Nita Sweeney, 60 años, Columbus,
Ohio
“Es como caminar sobre barro”.
Nita Sweeney
CORTESÍA DE NITA SWEENEY
De pequeña, Nita Sweeney siempre
había sido un tanto melancólica, más sensible que otros niños. Sin embargo, no
fue sino hasta que llegó a la universidad que empezó a percibir realmente el
sentimiento de depresión. “Me esforzaba mucho y tenía buenas calificaciones,
pero cuando la vida me deparaba algo, como por ejemplo el fin de una relación,
lo sentía como algo inmenso y desmedido”, comenta. “Me sentía devastada y me
costaba funcionar”.
Años después, cuando Sweeney
ejercía abogacía, era una de las mejores abogadas de su firma, pero tenía que
trabajar el doble que sus colegas. “No solo tenía que hacer el trabajo, sino
que debía superar un obstáculo tremendo —esa inercia y parálisis iniciales—
antes de poder hacer nada”, explica. “Me sentía pesada, como si tuviera plomo
en los huesos y pesas en los brazos y los hombros. Me producía un gran dolor
corporal. Es como caminar sobre barro”.
Pero aún más grave era la
sensación de vacío que Sweeney, autora de Make Every Move a Meditation, todavía
siente a veces durante los episodios de depresión profunda. “Todo parece gris”,
dice. “La vida pierde su vivacidad”.
A los 33 años estuvo a punto de
suicidarse. Con una gran depresión y convencida de que era una carga para su
familia, se recostó en la alfombra de la sala de estar y elaboró un plan. “Me
iba a meter en la camioneta que estaba en la cochera, encender el motor y
sentarme allí hasta que me durmiera […]. Tenía bien claro que eso era lo que
debía hacer. Era la mejor solución para todos”.
Felizmente, el destino se
interpuso con una llamada telefónica. Era del consultorio del terapeuta de
Sweeney para preguntarle dónde estaba. (Había faltado a la sesión porque se
había quedado dormida). “Esa llamada me salvó la vida”, recuerda. Se fue
directamente al consultorio de su terapeuta y pocas horas después ingresó a un
hospital local. Permaneció allí cinco días, el tiempo suficiente para
estabilizarse.
Desde ese momento ha probado
diferentes medicamentos, y actualmente está tomando Prozac. También acude a
psicoterapia una vez por mes, y además recibe neurorretroalimentación, un
tratamiento que mide la retroalimentación de la actividad cerebral en tiempo
real (por ejemplo, mientras miras una película) y le enseña al cerebro a adoptar
modelos más saludables.
Cómo lo afronta: Sweeney recurre
a la escritura, una forma de terapia que ella compara con la meditación con
bolígrafo. “Es parecido a llevar un diario, salvo que lo haces en un lapso
determinado, manteniendo la mano en movimiento y sin detenerte a pensar. Captas
detalles sensoriales, observas a tu alrededor y escribes lo que ves. Te sitúa
en la realidad, en vez de estar metido en la cabeza”.
No obstante, el mayor estímulo
emocional para Sweeney ha sido correr. No se trata solo de las sustancias
químicas cerebrales que produce la actividad física y que mejoran el estado de
ánimo, explica. “Existe un espíritu de comunidad, porque a veces corro con un
grupo. También participo en carreras que tienen un plan de entrenamiento, por
lo que hay una estructura. Y además surge una sensación de logro al alcanzar
tus objetivos: dije que iba a correr cinco kilómetros, y lo hice”. Sweeney
insiste en que el ejercicio realmente da resultado: “La depresión detesta un
objetivo en movimiento”.
John Moe, 53 años, St. Paul, Minnesota
“Adoptó la forma de una rabia
contenida”.
John Moe y la portada de
su libro The Hilarious World of Depression.
AMERICAN PUBLIC
MEDIA/MACMILLAN
Súper interesante esta historia
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